La Primera parte fue en principio terminada por Goethe en 1806. Su publicación en 1808 fue seguida de una edición revisada en 1828–1829, que sería la última editada por el propio autor. Previamente, había aparecido una versión parcial en 1790 titulada Fausto, un fragmento. Las primeras versiones de la obra, conocidas como el Urfaust, fueron elaboradas entre 1772 y 1775; sin embargo, los detalles de esa elaboración no están enteramente claros.
Goethe terminó de escribir la Segunda parte de Fausto en 1832, el año de su muerte. A diferencia de la Primera parte, el foco de la acción ya no está centrado en el alma de Fausto, que ha sido vendida al diablo, sino más bien en fenómenos sociales como la psicología, la historia y la política. La segunda parte constituyó la principal ocupación de Goethe en sus últimos años y apareció solo póstumamente en 1832.
Fausto, hombre de ciencia desengañado y cansado de la vida, va a suicidarse. Se le presenta el diablo, Mefistófeles, humorista y elegante, que le enseña el retrato de una hermosa mujer y promete rejuvenecerlo y entregársela si Fausto se compromete a entregar a Satanás su alma. Es aceptada la proposición, y en el acto Fausto se transforma en un apuesto joven.
Mefistófeles va a una feria donde, entre estudiantes, muchachas, soldados y otras personas, realiza una porción de proezas mágicas, hasta tal punto, que todos se dan cuenta de que es el demonio y lo ahuyentan con la cruz de las espadas. Valentín se lamenta de que tiene que ir a la guerra y dejar sola a su hermana Margarita. Llega Fausto, y allí conoce a ésta, que es la mujer del retrato. Se ofrece a acompañarla; pero ella se ruboriza y no acepta, ya que se estima de categoría social inferior a él.
El joven Siebel, enamorado de Margarita, prepara un ramo de flores. Flor que toca se marchita. Hasta que, sospechando que en ello intervenga arte diabólico, moja los dedos en agua bendita y se deshace el encantamiento. Coloca el ramo de flores junto a la puerta de su amada.
Mefistófeles entrega a Fausto unas joyas para que obsequie a Margarita. Las joyas quedan junto a la puerta de la casa, al lado del ramillete de Siebel. Sale Margarita y se recrea con las flores y las joyas. Marta, una amiga suya, llega cuando aquélla se ha puesto las joyas. Se presentan Mefistófeles y Fausto. El primero dice a Marta que le trae noticias de su marido, que ha muerto en tierras lejanas, y empieza a galantearla para que Fausto pueda dedicarse a Margarita. Éstos pasean por el jardín, y pronto se juran amor eterno. Margarita se retira; pero a poco se asoma a una ventana y expresa su afán de que acabe pronto la noche para ver nuevamente a Fausto. Y Mefistófeles ríe ante el primer abrazo.
Ha pasado un año. Fausto ha seducido y abandonado a Margarita. Sólo Siebel continúa siéndole fiel. Margarita busca refugio en Dios, y reza para consolarse; Mefistófeles le sugiere ideas de desesperación. Vuelven los soldados victoriosos; vuelve Valentín; se entera de la desgracia de Margarita. Valentín ataca a Fausto, que pelea débilmente, pero vence, gracias al auxilio de Mefistófeles, y mata al hermano de Margarita, que muere maldiciéndola.
Hay una danza episódica -moda de entonces- en el Walpurgis. Elena, Friné, Cleopatra, Aspasia, Lais, Las Esclavas Nubias…
Margarita ha perdido el juicio y ha dado muerte a su hijo. Se encuentra en una prisión, condenada a morir. Entra Fausto, que propone la fuga a Margarita. Ésta reconoce a su amante; pero no se da cuenta de la situación, y se dedica a recordar los felices momentos de sus amores. Llega Mefistófeles y, horrorizada, Margarita pide a Dios perdón y salvación. Se desespera Mefistófeles porque Fausto no se haya llevado a aquélla. Pero la muchacha ve ya un coro de ángeles, que se llevan su alma al cielo, y Fausto, desesperado, desciende al abismo con Mefistófeles.
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